Crea en mi, oh Dios, un corazón limpio,y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu.
Salmo 51: 10-12
Hay creyentes que ven recibir el Espíritu Santo como un requisito para ser salvos, por lo tanto como una obligación; situación que se convierte en un problema que impide ser llenos del Espíritu Santo; pues no hay humillación sino una simple expectación de que tengo que cumplir con un requisito más para ser salvo.
De ahí que en muchos casos, se le sigue a Dios por temor al infierno y esto no debe ser así, le debo seguir porque lo necesito dentro de mí, necesito que Él esté en mi vida. Entonces recibir el Espíritu Santo no es un requisito, más bien debo verlo o tener el deseo de recibirlo porque siento que no puedo vivir sin Él.
El pueblo de Israel creía que lo que le daba la victoria en las guerras era la presencia del Arca, lo cual estaba completamente fuera de enfoque; lo que les daba la victoria era el mismo Dios del cielo. Así también, es un error creer que recibir el Espíritu Santo es un requisito nada más; debemos verlo como lo que realmente es; es la certeza y la confirmación de que Dios vive en nosotros, que somos sus hijos amados. Después de que se vive la hermosa experiencia de hablar en lenguas por el Espíritu Santo, entonces dejo de verlo como un requisito y empiezo a entender la grandeza de su significado en mi vida, entiendo entonces que sin la presencia de Dios mi vida pierde su verdadero valor.
No hay nada en el mundo comparable al gozo de recibir el don del Espíritu Santo...
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